Que por qué no escribo, me preguntan. Que
escribo bien, como la gente que sabe escribir, como los artículos de los domingos de Elvira Lindo. Que todos tenemos la necesidad
de escribir. Que solo es dejarse llevar. Que las palabras salen solas.
Vale, lo acepto, escribo. Ahí me planteo qué clase de escritora debería
ser. ¿Cómo puedo cambiar la historia de la literatura? Demasiado ambicioso. ¿Me
hago un blog? Demasiado mediocre. Dicen que las musas acuden al olor de la
tinta, quizás sería cuestión de comprar un cuaderno Moleskine y sentarme en el Café Gijón... ¿no es aún más
mediocre la impostura, la pose, el verso cursi
anotado en una servilleta, la retórica hueca? Y vuelve a mi mente el profesor de literatura diciendo que él no escribe porque reconoce en sus textos sus lecturas: “Esto es Don Antonio”. ¿Es incompatible la filología con el oficio de
escritor? ¿Habré visto demasiados toros desde la barrera? Identifico manías, descubro referencias y siento la necesidad de
anotarlas en una nota al pie. ¿Esto se publicará? El editor, supongo, aclarará
en su estudio preliminar que escribí estos textos el 10 de febrero de 2012,
en plena vorágine pesimista (no sabrá mi editor que se debía a una sobredosis
de estrógenos. Lo atribuirá al consumo
de sustancias, al desengaño amoroso, al desengaño vital, al frío, a la
nostalgia. Encontrará aquí el germen de mi famosa novela publicada veinte años
después). ¿Son habilidades mentales distintas la escritura y la interpretación
de los textos?
¿Hay escritura sin lector? ¿Merecen mis textos
que los lea alguien? Si no es así...¿para qué escribo? Da igual, lo bueno es tener algo que
decir. Un burro y una flauta.
Este blog promete. Y mucho. Una entrada por la puerta grande. :)
ResponderEliminar¡Bienvenida!
Ya era hora, Inma. Era demasiado talento que sólo gozábamos los que tenemos la suerte de conocerte. Te sigo y te admiro. Muak
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