lunes, 11 de marzo de 2013

Ejercicio metaadictivo

Sería bastante paradójico/irónico/ridículo haber cerrado temporalmente mi cuenta en Facebook, porque se me caía la cara de vergüenza al mirar cada mañana la cantidad de trabajo que se amontonaba sobre mi mesa, y perder ahora el tiempo escribiendo en este blog. Pero después de varios años compartiendo pensamientos, ocurrencias y tonterías varias entre mis amigos, estos tres días de abstinencia han sido dignos de una buena clínica de desintoxicación. Hubo quien dijo que no sería capaz, que estoy demasiado enganchada. Tampoco faltó quien dijo que a ver si me iba a pasar como los que dejan de fumar y engordan, matando la ansiedad con otra adicción. Otros dijeron que hice lo correcto para tratar las adicciones: ponerme un objetivo alcanzable a corto plazo y decirles a mis conocidos que lo estoy dejando para que eviten la recaída. O lo que es lo mismo, aguantarte las ganas de reactivar la cuenta de Facebook solo por no soportar las bromitas del tipo ¡qué poco has tardado en volver! ¡sabíamos que no tenías suficiente fuerza de voluntad! Es que no la tengo.

Minuto 1 tras tomar la decisión: el chantaje emocional de Facebook. No sé si alguna vez has intentado marcharte del reino del señor Zuckerberg. En ese caso, te recomiendo que lo hagas, aunque solo sea durante cinco minutos, para las risas. En primer lugar, te exigen que especifiques el motivo de tu deserción. Este paso fue bastante sencillo ya que uno de los motivos es el siguiente: "esto es temporal, voy a volver". Es ahí cuando aparecen en pantalla las fotos de tus amigos, acompañadas del melodramático mensaje: "Fulanito te va a echar de menos". Desde mi adicta opinión, se agradecen los lacrimógenos intentos por que no me vaya, pero mi firme promesa de entregarme al trabajo en cuerpo y alma tambalea un poco cuando me informan de que, con tan solo volver a introducir mi nombre y mi contraseña todo seguirá tal y como lo he dejado.

Minuto 2 tras cerrar la cuenta: quiero volver a Facebook para contar lo heavy que me ha parecido el proceso de cerrar la cuenta.

Dos horas después del exilio: repito como un mantra durante toda la noche "¿te puedes creer que no tengo Facebook?". El mundo se convierte en algo fascinante, tan fascinante que me encantaría compartirlo con mis amigos... carteles de "se nesecita arbañil" que hubieran quedado preciosos en mi muro, conversaciones surrealistas que no sé a quién contarle.

Tres horas después: en mi mente no para de sonar la voz de Amy-Winehouse-en-paz-descanse, they tried to make me go to rehab, I said no, no, no. Mañana pongo esta canción en mi muro, ah, no... ¡maldita sea!

Cuatro horas y dos cervezas más tarde: "Mañana te mando un privado y te cuento... ¡joer, no puedo, no tengo Facebook!"

Primera mañana de trabajo tras el cierre: ocho impulsos inconscientes me llevan a la página de inicio. Mi nombre de usuario sigue ahí, solo tengo que poner la contraseña... no, esto no es serio... sigo trabajando.

Primera tarde de trabajo facebookless: en un ataque de aburrimiento sin precedentes, veo diez minutos del funeral de Hugo Chávez, hago la compra, preparo lentejas, pongo dos lavadoras.

24 horas después: comparto un enlace en mi muro... ¡pero si yo lo estaba dejando! quito el enlace antes de que alguien se dé cuenta... y me doy cuenta de que estoy soñando. Mi subconsciente entra en delirium tremens.

36 horas después: una amiga no sabe quien canta la canción que está sonando de fondo en el bar. "Mañana te la pongo en el muro... ¡mecagüen!". Rubia, si me estás leyendo, eran Dire Straits.

48 horas después: vuelvo a soñar con el caralibro, no paran de llegarme notificaciones de personas opinando sobre mi abstinencia. La mayoría opina que no tengo fuerza de voluntad.

72 horas después: Calculo que habré avanzado tan solo una décima parte del trabajo que tenía pendiente. A lo mejor no estoy ahorrando tanto tiempo... a lo mejor no pasa nada por abrirlo un ratito a ver qué novedades hay... Que no, que sigo trabajando.

Y aquí sigo, con Amy en mi mente y empeñada en cumplir mi promesa. Y lo peor de todo es que mientras escribía este ejercicio de desintoxicación no paraba de pensar en cómo publicarlo en algún muro.