Hoy quiero confesar... que a veces me canso de leer tantas
noticias relacionadas con el sexismo. En días como hoy, donde hay algo que celebrar
reivindicar, no hay que buscar mucho para encontrar quince o veinte artículos
hablando de micromachismos, de diferencias salariales, de agresiones, de
violaciones. Quiero pensar que cuando hablamos de actos delictivos nadie trivializa
el asunto. Pero cuando hablamos de detalles simbólicos, como podría ser la
decisión del ayuntamiento de Valencia de incluir figuras femeninas en los
semáforos de los pasos de peatones, es frecuente escuchar comentarios sobre lo
pesaditas que somos y que hasta dónde vamos a seguir reivindicando hasta
quedarnos tranquilas. Eso cuando no nos comparan con el nacionalsocialismo
alemán, pero bah...
Imagínate que estuvieras reformando una casa en ruinas.
Imagínate ese día a día con el albañil, el fontanero, el electricista, que si
hay que tirar esta pared, que si esta tubería, que si el sistema eléctrico. Si
te cuesta mucho imaginártelo, ponte algún programa de Divinity, que hay
dieciocho mil con este formato. Es agotador meterse en obras, parece que el
trabajo no se acaba nunca, no se ven los avances, cada día surge un imprevisto,
algo sale mal, y aunque parezca que solo ibas a hacer una pequeña reforma,
hasta el más mínimo detalle, el más pequeño tornillo, es un quebradero de
cabeza que parece no tener fin.
Pues eso, que yo también me canso de esta obra. Me canso de tener
tanto que remendar. Cada una de esas reivindicaciones es un arreglito que le
estamos haciendo a nuestra sociedad. Cada día que alguien propone “¿por qué no
incluimos una mujer en...?” es un día que hemos llegado un poco más allá. Cada
vez que hablemos de esto es porque queremos avanzar un pasito. Claro que es
cansino, claro que todos los días salimos con una cosa nueva, ¡es que había
tanto que cambiar! Si es agotador escuchar nuestra lista de reformas, hazte a
la idea de lo ruinosa que era la situación de la que se partía. Ojalá lo
hubiéramos podido arreglar en dos tardes.
Quiero pensar que ya tenemos los muros, las paredes, que
solo nos falta ir a Ikea una tarde a buscar un par de detallitos.