Pocas ideologías deben de haber tenido una campaña de desprestigio como la que ha tenido el feminismo. Hasta hace no muchos años yo era de las que decía que “no me consideraba feminista”, que “creía en la igualdad” y que la violencia “me parecía mal viniera de donde viniera”. Porque (al igual que otras muchas personas que siguen pensando así) identificaba la palabra feminismo con una supuesta superioridad femenina o con una reivindicación —la del sufragio femenino, la del divorcio o el aborto— que pertenecía a generaciones anteriores a la mía. Ya ves tú. Fue una amiga socióloga la que por suerte me abrió los ojos y me hizo ver que claro que soy feminista: lo soy porque creo en un sistema más justo que el tradicional sistema patriarcal que nos ha subordinado a los hombres y que nos ha impuesto unas exigencias distintas a unos y a otras. Porque el feminismo es una ideología de la igualdad que no está hecha para otorgar privilegios a las mujeres, sino para reivindicar la equidad laboral, salarial o sexual, y también para dejar a los hombres que se muestren vulnerables, llorones, hogareños o coquetos si es eso lo que les apetece.
Unas
200.000 personas deben de haber tenido la suerte de contar con alguien que les abriera los ojos (no creo que mi
amiga socióloga haya tenido tiempo de habérselo explicado a todos) ante lo que
la violencia patriarcal y machista supone en nuestra sociedad: en lo que va de
año han sido asesinadas más de 40 mujeres a manos de sus parejas o exparejas, y
otras miles sufren la violencia psíquica o física en su vida cotidiana, y otras
miles o millones creen que no han sufrido nunca esta violencia pero han
incorporado a su vida el miedo a caminar sola por las calles de noche, el no
llevarle la contraria a los hombres de su entorno, el aceptar que se eduque de
manera diferente a niños y a niñas, el lavarles la ropa a sus hermanos varones,
el no ponerse ropa que sus novios consideren que muestra demasiada piel, o el soportar
que —ante un éxito
profesional o académico— alguien dude de los métodos empleados para
conseguirlo.
No sé cómo
hemos tardado tanto tiempo en encontrarnos, en unirnos todas, para celebrar lo
que hayamos conseguido en esta lucha pero, sobre todo, para reclamar lo que aún
nos falta. Unos 400 colectivos feministas llegaron desde todos los puntos de
España para recorrer juntos la Gran Vía. Me encanta que las más jóvenes asistan
a concentraciones feministas, aunque eso signifique que aún perciben la
discriminación; pero me conmueve encontrarme con las mayores, las que llevan
saliendo a la calle desde la Transición, que siguen aún dando la cara por
todas. Y me emociona que los hombres se unan a la concentración, porque tenían
la opción de quedarse en sus casas y acomodarse a esa ideología neomachista del
“¿por qué nos hacen sentir mal a todos los hombres?”, y sin embargo han optado
por salir a la calle a dejar bien claro de parte de quién están.
Los
canarios que vivimos en Madrid —seguro que muchos me entienden— tenemos esa compulsiva
costumbre de entablar conversación con cualquier otro canario que pase por la
capital, aunque los acabemos de conocer, porque nos huelen a mar y a casa.
Porque tienen nuestro humor y nuestra manera de querernos. Los madrileños también
se han alegrado muchísimo de vernos y nos gritaban ¡gracias por venir!, valorando el esfuerzo y el gasto añadido que
supone venir en avión. Y quiero pensar que el cielo de Madrid también quiso
hacer todo lo posible para que estuviéramos a gusto y nos regaló un día de sol
y de temperatura veraniega. Las autoridades municipales aportaron su granito de
arena al enviar a policías de esos que no generan disturbios, que se ve que haberlos, haylos. Si alguien quiere más
información sobre lo que pasó en Madrid este histórico 7 de noviembre, seguro
que la prensa ha escrito mucho y ha sacado muchas fotos. A mí no me corresponde
hacer un relato completo porque yo estoy emocionada... He conocido a muchas
mujeres que llevan años luchando por estar donde estamos y he visto a las
jóvenes que están dispuestas a tomar el relevo. Gracias a todos y todas por
venir, me han alegrado la mañana violeta. Y, por favor, el 20 de diciembre
votemos en consecuencia. Tengamos un año nuevo un poco más justo.
Muy bien Inma me ha gustado! Me pareció verme entre mezclada en esa manifestación según tu ibas describiendo, y es cierto no, todos los hombres son como los que nos hacemos oír para que pare ya con la violencia de genero. Un abrazo.
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